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Literatura del siglo XX

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domingo, 21 de mayo de 2017

Análisis de La Tía Tula, Unamuno



¿Murió la tía Tula? No, sino que empezó a vivir en la familia, a irradiando de ella, con una nueva vida más entrañada y más vivífica, con la vida eterna de la familiaridad inmortal. Ahora era ya para sus hijos, sus sobrinos, la Tía, no más que la Tía, ni madre ya ni mamá, ni aun tía Tula, sino sólo la Tía. Fue este nombre de invocación, de verdadera invocación religiosa, como el canonizamiento doméstico de una santidad de hogar. La misma Manolita, su más hija y la más heredera de su espíritu, la depositaria de su tradición, no le llamaba sino la Tía. 

Mantenía la unidad y la unión de la familia, y si al morir ella afloraron a la vista de todos, haciéndose patentes, divisiones intestinas antes ocultas, alianzas defensivas y ofensivas entre los hermanos, fue porque esas divisiones brotaban de la vida misma familiar que ella creó. Su espíritu provocó tales disensiones y bajo de ellas y sobre ellas la unidad fundamental y culminante de la familia. La tía Tula era el cimiento y la techumbre de aquel hogar.

La Tía Tula, capítulo XXIV


En general, se puede apreciar un aspecto sobrio, lo cual se refleja en una sintaxis sencilla. Así mismo, no se definen ni el espacio ni el tiempo. Presenta un carácter subjetivo y una ausencia de ritmo y armonía. Se hace referencia a cuestiones existenciales: la vida, la muerte y la religión. Además, aparece la intrahistoria — término introducido por Unamuno — , ya que cuenta la historia de personas de la calle. Por último, el narrador es un narrador omnisciente, porque está escrito por una tercera persona que lo sabe todo.



Ver Generación del 98. La novela. Autores





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